Desierto espiritual
Nosotros podemos ver un desierto como un lugar triste, seco, sin nada que sacar de ahí. Pero, en el Antiguo Testamento, vemos que hay dos sentidos sobre el desierto; uno, como un lugar de prueba y castigo donde se vaga durante años para superar el pecado. El segundo, como un medio de purificación y conversión:
Oseas 2, 16:
"Por eso, ahora la voy a conquistar, la llevaré al desierto y allí le hablaré a su corazón"
Cuando Dios nos lleva al desierto, no es para que muramos, sino para poder restaurarnos y crear en nosotros alguien nuevo, que agrade al Señor; porque cuando desobedecemos y le fallamos a Dios, lo que quiere es nuestro corazón, quiere reconquistarnos porque el mundo nos va engañando con placeres pasajeros te vacía por dentro. Entonces, cuando Dios nos lleva a un desierto, es para que también nos miremos y examinemos: ¿Qué he hecho mal? ¿En qué puedo mejorar?
En un desierto, no habrá mucha sensación, pues si creemos en Él, es porque estamos conscientes de lo que ha hecho en nuestras vidas. Por lo tanto, cuando entres a un desierto y no sientas la presencia de Dios, no te asustes; por más difícil que sea de creer, nunca estamos solos, Dios siempre nos acompaña, incluso en medio de el desierto
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